¿Piensas que el arte contemporáneo no requiere de ningún talento particular, que incluso un niño de tres años puede hacerlo? Pues no te falta razón. Porque esa es su mayor virtud: la democratización absoluta de la práctica artística. Cualquiera puede ser artista. Cualquier cosa puede ser arte. Y sí, todo vale. El único problema es que también cualquiera puede ponerle precio.
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